¿Qué es Basileia?

Basileia (βασιλεία), es la palabra griega usada en el Nuevo Testamento para referirse al Reino de Dios. Significa realeza, autoridad, dominio, reino, gobierno. Se usa más de 100 veces en el Nuevo Testamento, y quiere decir:
 

— El derecho o la autoridad de reinar dentro del Reino.

— El poder que proviene de la realeza de Jesús como el Mesías triunfante.

— El poder y dignidad que obtienen los Hijos de Dios como reyes dentro de Su Reino.

— El Reino, el territorio sobre el cual un rey tiene autoridad.

Quiénes Somos

Basileia es un centro de entrenamiento ministerial que busca capacitar hijos de Dios para la obra del ministerio. Nuestro anhelo es que cada estudiante crezca en su vida espiritual de manera integral para servir con poder y autoridad en su iglesia local.

Visión

Una generación de hijos e hijas de Dios que viven en intimidad con el Padre, apasionados por Jesús y Su regreso, experimentando el poder del Espíritu Santo y sirviendo al prójimo con amor.

Nosotros

Nuestra Historia

Desde 2021, Basileia es un ministerio que entrena a todos aquellos que quieren corresponder a esta misión divina y que entienden que la base de todo llamado y propósito se encuentra en una vida de intimidad con Dios.

En Basileia trabajamos, clamamos y servimos para ver vidas transformadas al diseño original, que amen lo que Dios ama y vean lo que Él ve. Anhelamos ver restaurada la cultura del Reino eterno en esta generación. Nuestros pilares son: REINO – PRESENCIA DE DIOS – ÚLTIMOS TIEMPOS – IGLESIA LOCAL – CARÁCTER.

Entrenamientos

El ministerio realiza los siguientes programas para edificar el Cuerpo de Cristo: Entrenamiento Integral, Entrenamiento en Liderazgo, Congreso REINO, jornadas de activación en evangelismo, entre otros.

 

Nuestro Equipo

Equipo de Liderazgo

Basileia cuenta con un staff de líderes, profesores y profesionales de diferentes congregaciones y denominaciones. Los mismos se encuentran capacitados teológica y técnicamente en el área que les corresponde desempeñar. Personas llenas del amor de Dios que invierten para que en las naciones sea restaurado el corazón de la iglesia en intimidad con Dios y para preparar a la novia para la venida de Jesús.

Andy Bernal
⎯ Director General
Victoria Mallo
⎯ Directora Bienestar Estudiantil y Staff Principal
John Albert Perez
⎯ Profesor y Staff Principal
José Pinzón
⎯ Profesor y Staff Principal
Sebastián Vera
⎯ Profesor y Staff Principal
Nuestra declaración de fe

En esto
creemos

Creemos que la Biblia es la Palabra inspirada por Dios, y por lo tanto es infalible. La Biblia es la autoridad final para todo lo que creemos y define cómo hemos de vivir (Mt. 5.18; Jn. 10.35, 17.17; 2 Ti. 3.16-17; 2 P. 1.20-21).

Creemos que Jesucristo es Dios encarnado, completamente Dios y completamente Hombre, que fue concebido y nacido de una virgen, vivió una vida sin pecado y se ofreció a sí mismo por nosotros. Por su sangre derramada en la cruz, obtuvo para nosotros redención eterna, el perdón de pecados y vida eterna. Él fue levantado físicamente al tercer día y ascendió a la diestra del Padre (Mt. 1.18-25; Jn. 1:1-18; Ro. 8.34; 1 Co. 15.1-28; 2 Co. 5.21; Gá. 3.10-14; Ef. 1.7; Fil. 2.611; Col. 1.15-23; Heb. 7.25, 9.13-15, 10.19; 1 P. 2.21-25; 1 Jn. 2.1-2).

Creemos que la salvación es solo por gracia, y solo a través de la fe en Cristo. Ninguna ordenanza, ritual, obra o actividad es necesaria o acepta para poder ser salvos. Esta gracia salvadora de Dios también nos santifica al habilitarnos, a través del Espíritu Santo, para hacer aquello que es agradable a los ojos de Dios y así ser conformados progresivamente a la imagen de Cristo (Jn. 1.12-13, 6.37-44, 10.25-30; Hch. 16.30-31; Ro. 3-4, 8.1-17, 31-39, 10.8-10; Ef. 2.8-10; Fil. 2.12-13; Tito 3.3-7; 1 Jn. 1.7, 9).

Creemos que el Señor Jesucristo bautiza con el Espíritu Santo a los creyentes, con quien somos sellados para el día de la redención. El Espíritu Santo regenera al cristiano y habita dentro de él para siempre, equipándolo para vivir una vida de santidad y servicio. Luego de la conversión, el Espíritu Santo desea llenar a los creyentes y empoderarlos para ministrar y testificar. También creemos que las señales y milagros, así como todos los dones del Espíritu descritos en el Nuevo Testamento, operan actualmente y están diseñados para testificar de la presencia del Reino, y para edificar y llenar de poder a la iglesia con el fin de que cumpla su llamamiento y misión (Mt. 3.11; Jn. 1.12-13, 3.1-15; Hch. 4.29-31; Ro. 8.9, 12.3-8; 1 Co. 12.12-13; 2 Co. 1.21-22; Gá. 3.1-5; Ef. 1.13-14, 4.8-11, 5.18).

Creemos que el único Dios verdadero existe eternamente en tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y que estos, siendo un solo Dios, son iguales en deidad, poder y gloria (Dt. 6.4; Mt. 28.19; Lc. 1.35; 2 Co. 13.14; Ef. 1.17-18, 4.4-6; 1 P. 1.2).

Creemos que Dios, no solo creó el mundo, sino que también sostiene, gobierna y dirige soberanamente todo lo que existe y que Él va a traer todas las cosas a su consumación en Cristo Jesús para la gloria de su nombre (Sal. 104, 139; Mt. 10.29-31; Hch. 17.24-28; Ef. 1.9-12; Col. 1.16-17; Heb. 1.1-3; Ap. 1.4-6).

Creemos en la segunda venida de Cristo, cuando Él regrese a la tierra personal y visiblemente para establecer su Reino en toda la tierra. Creemos que la iglesia será transformada antes de su regreso y vestida de incorrupción y justicia. También creemos y oramos por una gran cosecha de almas en los últimos tiempos y el levantamiento de una iglesia victoriosa que experimentará unidad, pureza y el poder sin precedentes del Espíritu Santo (Sal. 2.7-9, 22.27-28; Mt. 24.29-31; Jn. 14.12, 17.20-26; Ro. 11.25-32; 1 Co. 15.20-28, 42-43, 50-58; Ef. 4.11-16; Fil. 3.20-21; 1 Ts. 4.13-5.11; 2 Ts. 1.3-12; Ap. 7.9-14, 11.15-19, 19.7-8).

 Creemos que la iglesia es el instrumento principal a través del cual Dios está cumpliendo su voluntad en la tierra. Con el propósito de equipar a los santos para la obra del ministerio, Dios le ha dado a la iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. También afirmamos el sacerdocio de todos los creyentes y la importancia de que todo cristiano esté unido y activamente involucrado en una iglesia local. Predicamos la unidad del Cuerpo de Cristo por encima de diferencias culturales y denominacionales. Creemos que las mujeres no son menos que los hombres, y son llamadas y dotadas para proclamar el Evangelio y hacer todas las obras del Reino (Mt. 16.1719; Jn. 4.25-30, 39; Hch. 2.17-18, 42; Ef. 3.14-21, 4.11-16; Heb. 10.23-25; 1 P. 2.4-5, 9-10).

Creemos que Dios ha llamado a la iglesia a predicar el Evangelio a todas las naciones cumpliendo así la gran comisión de enseñar, bautizar, liberar y discipular. Este ministerio es una expresión del corazón del Señor Jesucristo y es parte esencial del Reino de Dios (Is. 58:6-12, 61:1-3; Mt. 5-7, 28:18-20; Lc. 4:18-19; Gá. 2:10).

Creemos que Satanás, originalmente el gran y buen ángel Lucifer, se rebeló contra Dios y se llevó a una multitud de ángeles con él. Fue expulsado de la Presencia de Dios y ahora está obrando con sus huestes demoníacas con el fin de establecer su adverso reino de tinieblas, maldad y caos en la tierra. Satanás fue juzgado y derrotado en la cruz de Cristo, y al final de la era será echado para siempre al lago de fuego que ha sido preparado para él y sus ángeles (Is. 14.10-17; Ez. 28.11-19; Mt. 12.25-29, 25.41; Jn. 12.31, 16.11; Ef. 3.10, 6.10-20; Col. 2.15; 2 P. 2.4; Jud. 6; Ap. 12.79, 20.10).

 Creemos que cuando los hijos de Dios mueren, pasan inmediatamente a la Presencia de Cristo, donde disfrutan de comunión consciente con el Salvador hasta el día de la resurrección y transformación gloriosa de sus cuerpos. Los salvos morarán para siempre en una comunión perfecta con Dios. También creemos que cuando los incrédulos mueren son enviados al infierno, allí esperan por el día del juicio cuando serán castigados en el lago de fuego con una separación eterna, consciente y tormentosa de la Presencia de Dios (Mt. 25.46; Lc. 16.19-31; Jn. 5.25-29; 1 Co. 15.3558; 2 Co. 5.1-10; Fil. 1.19-26, 3.20-21; 2 Ts. 1.5-10; Ap. 20.11-15, 21.1-22.15).

Creemos que el bautismo en agua y la Cena del Señor son dos ordenanzas que la iglesia debe guardar hasta el regreso de Cristo. Estos no son medios de salvación, sino canales para la gracia santificadora de Dios y para la bendición de los fieles en Cristo Jesús (Mt. 26.26-29, 28.19; Ro. 6.3-11; 1 Co. 11.23-34; 1 P. 3.21).